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martes, 19 de mayo de 2009

Carmen la sombrerera

Visita al centro social ocupado de la antigua fábrica de sombreros de la calle Heliotropo / J.M.C

El correo de Andalucía, (19 de mayo de 2009)


Iba a reencontrarse con su juventud y terminó haciendo de guía. A sus 79 años, Carmen es la historia viva de la centenaria fábrica de sombreros de San Luis, cerrada hace seis años y okupada hace uno por el centro social que reivindica su conservación y uso para el barrio frente a los planes de demolición de la inmobiliaria que se ha hecho con la propiedad: “¡Ay, qué pena! Si esto estuviera en Estados Unidos ya se habría hecho un museo del sombrero. ¡Cuánta historia perdida!”, lamenta Carmen Prieto, vecina de la calle Sol y antigua trabajadora que ayer revivió sus años mozos entre las ruinas de un edificio regionalista diseñado por José Espiau, el mismo arquitecto del hotel Alfonso XIII. 

Su hija vio la convocatoria en un garaje y no se lo pensó dos veces:“¡Mamá, arréglate que nos vamos a la fábrica!”. Dicho y hecho.En compañía de su hija y sus dos nietos, Carmen volvió a la que fue su casa entre 1944 y 1957, “en plena posguerra”, y, para sorpresa de todos, terminó explicando las distintas dependencias a las decenas de personas reunidas, entre las que se encontraban representantes de asociaciones conservacionistas como Ben Baso, Adepa y Foro Social de Sevilla, entre otros. La primera parada del recorrido la tenía muy presente, pese a los años:“Son las oficinas a las que nos traían para regañarnos. Yo vine una vez, aún conservo la carta. El castigo: trabajar dos días sin cobrar... y nos pagaban 21 pesetas”, señala con cierta gracia despertando las carcajadas de los visitantes. Su relato vehemente se adentra por la zona donde se despellejaban los conejos para separar los pelos de la piel: “Ésta se vendía a Portugal para hacer panderetas”, apostilla mientras David Gómez, guía reconocido y portavoz del Centro Social Okupado Autogestionado Fábrica de Sombreros destaca que “hoy es sala de ensayo de malabares, en la que los jóvenes también se dejan la piel”. 

Gómez esboza la historia de este patrimonio industrial, cuyo germen está en el corral de la calle Maravillas de la familia Fernández y Roche en 1885: “Luego, llegó la crisis del sector en los años 30, en los que los dueños se aliaron con dos empresarios, uno de ellos catalán, naciendo así Industria Sombrerera Española (Isesa)”. A lo que añade Carmen: “Pero ésta es la única fábrica de Europa. Ya en aquellos años importábamos para la comunidad judía de Nueva York, los sombreros cordobeses para el mercado japonés y hasta los gorros azules para las niñas de las carmelitas de Bustos Tavera”. 

Motor económico del barrio y seña de identidad de la ciudad, la fábrica conserva aún la caldera que daba energía al edificio, la sala de los tintes, la del acabado y hasta una de las máquinas que dejaron tras la marcha del negocio a un polígono del municipio de Salteras. Pero lejos del valor etnológico, la fábrica es patrimonio vecinal de San Luis, que desde hace un año acoge actividades, pese a la orden de desahucio. Ayer Carmen volvió a ser sombrerera:“Ay quién volviera a tener 14 años!”, suspira.


Manuel J. Fernández.



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